16 diciembre, 2009

Pesadillas

Te miré y me dí cuenta que ya no me necesitabas. Sin momento exacto, pero el hecho siempre estuvo latente. La sangre borrada, y la hermandad olvidada.

Tras una larga espera, mucho había cosechado. Y amenas esperanzas crecían conforme lo hacía la espera. Incluso, todo el idilio de antaño cobraba fuerza. Nunca me prepararon para el deseso, para la caída; ese vasto sacrificio podía abarcar años, milenios.

Y al llegar, ¿Cuánto orgullo sobraba? Ninguno diría palabra. Las miradas ardían; una mutua soledad que los embargaba y el silencio de una guerra sin fin. ¿Que ya no vastaba? ¿Que habían mejores allá?

Despertó abruptamente.

Nos vimos y me dí cuenta que ya no me necesitabas. ¿Quién estaba junto a ti? Claramente, quien no esperaba. Claramente, no era yo.
Y la muerte no era lo peor, sabiendo que por sobre todo, me quedaría con tu desprecio.